DE LAS GRANDES MASAS A LOS JUEGOS
PRIVADOS
El Coliseo de Roma fue el anfiteatro
más grande del Imperio.
El
Imperio romano no solo se caracterizó por su ambición histórica, la brillantez
de sus creaciones artísticas y tecnológicas y su evidente legado en nuestro
pensamiento. También brilló por sus variadas formas de ocio, muchas de ellas
todavía vigentes hoy. El ocio romano (otium) partió del ideal griego de fomento
de valores como la libertad, la gratuidad y la satisfacción, aunque introdujo
aspectos éticos como primar la participación masiva para garantizar el bien
común. A continuación, describiremos las principales actividades de recreo,
espectáculos, juegos y concursos que se realizaron en la Roma clásica, sobre
todo en la época imperial, ya que en dicha etapa se produjo el máximo esplendor
del ocio romano.
LOS GRANDES ESPECTÁCULOS PÚBLICOS
No
cabe duda de que los grandes espectáculos de masas fueron la manifestación de
ocio más popular durante la época imperial y la que mayor presencia ha tenido
en el imaginario literario y cinematográfico posterior. Los grandes juegos
públicos (ludi publici) suponen el emblema de la clásica visión romana del ocio
como una actividad que debe satisfacer las ansias de evasión y recreo del
pueblo, y garantizar a la vez el correcto orden social. Estos juegos fueron
desarrollándose durante los años de la República, pero fueron los emperadores
(encabezados por Augusto) los que los convirtieron en una obligación del
Estado, es decir, en una medida política de carácter populista y de exaltación
imperial.
EL ANFITEATRO: UNA ARENA PÚBLICA
Estos
grandes espectáculos de masas tenían lugar en dos enclaves característicos: el
anfiteatro y el circo, que se convirtieron en centros de recreo y en foros
donde ejercer de manera indirecta y controlada el derecho a la participación
ciudadana. De origen estrictamente romano, el anfiteatro era un espacio
destinado sobre todo a las luchas de gladiadores, las cacerías de fieras y las
naumaquias. Tenía una forma elíptica y estaba formado por gradas (las cáveas)
separadas por un muro (o podio) que flanqueaba un área central, la arena. El
anfiteatro de piedra más antiguo de todos los conservados es el de Pompeya y el
más importante fue el Coliseo de Roma.
PASIÓN POR LA SANGRE
Las
luchas a muerte de los gladiadores despertaban el entusiasmo del público, que
podía decidir la suerte del perdedor (con los pulgares hacia arriba o abajo, o
con pañuelos o exclamaciones). Los espectadores se sentían protagonistas de un
espectáculo sangriento montado para su único disfrute. Los gladiadores solían
ser esclavos, condenados a muerte u hombres libres arruinados. Los más
laureados conseguían la gloria y una vida acomodada. Se distinguían por las
armas que llevaban y luchaban solos, en parejas o en grupos, o contra fieras.
Debían honrar al poder imperial, al que dedicaban la célebre frase Ave, Caesar,
morituri te salutant (“Ave, César, los que van morir te saludan”).
NAUMAQUIAS Y BESTIARIOS
Otro
de los espectáculos más curiosos de los realizados en los anfiteatros eran las
naumaquias, combates navales realizados en la arena después de ser trasformada
en un estanque. Se trataba de batallas violentas, con numerosas muertes y con
una gran participación de naves y esclavos. Por último, quizás el juego más
violento de todos eran los bestiarios, cacerías de fieras en las que muchas
veces el papel del esclavo lanzado a la arena era simplemente ser devorado por
ellas.
EL CIRCO: EL LUGAR DE LAS GRANDES
CARRERAS
Por
su parte, el circo fue la instalación más grande de todas las proyectadas en
Roma para entretener al pueblo. Su origen se remonta a los hipódromos y
estadios griegos, y estaba formado por un recinto alargado en forma de
rectángulo. Los lados más alargados se unían en uno de sus extremos por un
semicírculo y en el opuesto por una curva poco pronunciada. La pista estaba
formada por la arena, dividida en dos por un muro denominado espina, donde se
colocaban los jueces. En el circo tenían lugar sobre todo carreras de carros y
de caballos. Pocos circos se han conservado en la actualidad, aunque destacan
los de Mérida y Tarragona.
EL RIESGO DE LA VELOCIDAD
Las
carreras de carros de caballos conducidos por aurigas eran el espectáculo clave
de los circos. Las vertiginosas velocidades, la interacción entre el hombre y
el caballo, y los violentos accidentes enloquecían al público, ávido de
emociones fuertes. Las carreras comenzaban con la señal de salida con un
pañuelo blanco realizada por el magistrado organizador. Después, los aurigas
(esclavos en su mayoría) realizaban una serie de vueltas a la arena en las que
los carros podían adelantarse entre sí para intentar provocar que sus oponentes
se estrellaran. Muchos de ellos morían o sufrían lesiones de extrema gravedad.
EL CONTACTO CON LA NATURALEZA
Al
margen del ocio de masas y los espectáculos violentos, en la época imperial
también se impuso entre las élites de poder y los intelectuales otro tipo de
recreo más íntimo basado en el disfrute de los elementos de la naturaleza. En
ella se buscaba el recogimiento, la relajación, un clima agradable y una buena
mesa. Este tipo de ocio (heredado del mundo heleno) se manifestó en tres
ámbitos: el disfrute del agua en las termas, el dominio de la naturaleza
agreste en los jardines y la afición por los viajes.
DEBATIENDO ENTRE AGUAS TERMALES
En
el ámbito urbano, una manera de acercarse a la naturaleza eran las termas, edificios
públicos donde los romanos podían darse baños y relacionarse socialmente. Los
espacios fundamentales de las termas eran el frigidarium (piscina de agua
fría), el tepidarium (baño tibio) y el caldarium (baño caliente y vaporoso). La
práctica habitual era comenzar con el baño caliente para exudar e ir
descendiendo de temperatura para cerrar los poros de la piel. Además, las
termas contaban con vestuarios, salas de fricciones, bibliotecas, pistas de
atletismo y tabernas.
JARDINES Y VIAJES
No
obstante, el contacto más directo con la naturaleza se llevaba a cabo en los
jardines y en los viajes. Los jardines respondían a una voluntad de disfrutar
del sosiego, la frescura y la sombra de la naturaleza en un ambiente dominado
por el hombre. Estos jardines se ubicaban en las villas de los hombres ricos
(ornamentados por piezas artísticas y regados por cauces y fuentes) pero
también en los parques públicos de las ciudades (dotados de gimnasios y
estanques). En cuanto a los viajes, la enorme red de calzadas fomentó el viaje
de placer para descansar en zonas recogidas o admirar las obras de arte de las
grandes capitales. Para ello se elaboraban guías de carreteras (el itinerarium)
y se usaban vehículos cómodos y ligeros, como literas (lectica), sillas (sella)
y carros (cisium).
OCIO Y CULTURA: RECREANDO LA MENTE
El
ocio cultivado también tuvo una notoria repercusión en la Roma clásica, aunque
fue menor que en la Grecia antigua. A pesar de que los masivos ludi de la época
imperial desplazaron la atención del público de los teatros a los circos y
anfiteatros, los espectáculos culturales (el teatro, la música, la danza, etc.)
continuaron siendo una afición importante, sobre todo para los intelectuales y
artistas.
UN MONUMENTAL ESPACIO TEATRAL
El
teatro romano se basó en el modelo helénico de edificio de planta semicircular
dividida en escena, orquesta y gradas para el público. No obstante, introdujo
modificaciones: se levantaba sobre un enorme sistema de galerías y las gradas y
el cuerpo de la escena formaron una sola unidad. Además, la fachada que
funcionaba como telón de fondo adquirió un carácter monumental, con varios
pisos y ornamentado con arcos, frisos y estatuas (como los de Mérida, Aspendos
u Orange).
UN TEATRO POPULAR Y CÓMICO
Conocidos
como los ludi scaenici, las obras que se representaban en los teatros durante
la República y la época imperial procedían de la unión entre las danzas
escénicas etruscas, el teatro popular romano (las atelanas y saturae) y la
influencia del teatro griego. De dicha mezcla surgió el género romano por
excelencia, la comedia latina, cultivada por autores como Plauto y Terencio.
Las comedias, de gran carga satírica, eran interpretadas por actores
disfrazados y acompañados de abundantes elementos musicales, de bailarines y de
mimos.
ENTRE LIBROS Y MÚSICAS
Otra
forma de ocio cultivado tenía lugar en las bibliotecas y los auditorios, donde
se estudiaba, se rendía culto a los libros y se realizaban lecturas públicas y
conferencias. Las bibliotecas públicas fueron promocionadas por Augusto y
fueron germinando en todo el Imperio (a destacar las de Atenas, Caracalla, Como
o Milán). Asimismo, la música también fue una afición común, aunque no era
considerada un fin en sí misma sino un medio para embellecer los sacrificios,
ritos, juegos y desfiles militares. Debido a la escasez de partituras
originales que se han conservado, la música romana se considera una extensión
de la griega tanto en composición como en instrumentación (lira, arpa, cítara,
flauta o címbalo).
EL OCIO FAMILIAR Y PRIVADO
En
la antigua Roma, no todo el ocio era público, pensado para grandes audiencias o
para disfrute elitista de minorías. También era habitual el ocio familiar,
pasatiempos privados y juegos realizados en casa y en espacios íntimos. Se
trataba de juegos infantiles, juegos de pelota, actividades físicas o juegos de
azar. Este ocio lúdico se basaba en el juego, la diversión, el recreo, los
hábitos saludables y la competición.
LOS JUEGOS INFANTILES
Muchos
de los juegos infantiles romanos han llegado a nuestros días sin apenas
modificaciones: el escondite, pares o nones, la gallina ciega, el columpio, el
balancín o cara o cruz son los más famosos. También destacaba el uso del aro de
hierro o bronce (el trochus) que se empujaba con una varilla (el clavis) y
llevaba campanillas o anillos que tintineaban al rodar. Muy populares eran
también la peonza, las canicas y las muñecas articuladas.
LOS JUEGOS PARA ADULTOS
Los
deportes y la actividad física eran las aficiones más practicadas a partir de
la adolescencia: competiciones de natación (una de las actividades predilectas
de los romanos), carreras pedestres, concursos de saltos, lanzamiento de disco
y jabalina, o combates de lucha y pugilato. También hubo prácticas deportivas
colectivas como los variados juegos de pelota (conocida como pila o sphera),
que evolucionaron después hacia el hockey, béisbol, balonmano, fútbol o rugby.
LOS JUEGOS DE AZAR
Por
último, en Roma fueron habituales los juegos de azar. El más jugado era el de
los dados, en el que se ganaba si se conseguía la puntuación más alta, si se
acertaba las puntaciones que se iban a sacar o si se rellenaba un tablero con
distintas puntuaciones. El juego de las tabas consistía en lanzar al aire
varias piezas o huesos a modo de dados y se ganaba o perdía según el lado en
que caían. También se practicaban los bolos, la micatio (adivinar el número de
dedos levantados por el rival) y numerosos juegos de tablero que combinaban el
azar de los dados con la habilidad al recorrer el itinerario del juego. Existió
un juego similar al ajedrez, denominado juego de los soldados (milites).
Espasa
Artículo: El ocio desde la dinastía Julio - Claudia a la Flavia
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