La Monarquía
A partir de Rómulo (753 a. C.) y hasta el año 509 a. C., el gobierno de
Roma fue monárquico. Durante la etapa monárquica hubo un total de siete reyes,
que se dividen en dos grupos: los latinosabinos (los cuatro primeros) y los
etruscos (los tres últimos).
Todos los reyes, salvo Rómulo, que había sido el fundador de la ciudad,
fueron elegidos para gobernar con carácter vitalicio. Los antiguos
historiadores afirman que el rey era designado por sus virtudes y no por su
ascendencia, pero sabemos que partir del quinto rey, Tarquinio Prisco, la
monarquía fue hereditaria.
Los reyes tenían en exclusiva el derecho
de auspicium, es decir, la
capacidad de interpretar los designios de los dioses en nombre de Roma. Este
poder era importante, ya que en Roma no se podía llevar a cabo ninguna
actividad pública sin la voluntad favorable de los dioses, que se manifestaba
mediante los auspicios. Por ello, el rey era considerado por el pueblo el jefe
de la religión nacional y mediador ante los dioses, por lo que era reverenciado
con temor religioso.
El rey también disponía de un poder llamado imperium, que le
otorgaba, por una parte, poderes militares y, por otra, la capacidad de emitir
juicios legales. Aunque podía designar a potífices o sacerdotes para que
actuasen como jueces, solo él tenía la autoridad suprema. Un consejo asistía al
rey durante todos los juicios, pero no tenía poder efectivo para controlar las
decisiones del monarca.
Asimismo, correspondía al rey nombrar a los senadores. El Senado sólo se podía reunir por orden
del rey y únicamente podía discutir los asuntos que este le había expuesto
previamente. Así, el Senado podía aconsejar al rey, peor no imponerle sus
opiniones. La única ocasión en la que el rey debía contar con la aprobación del
Senado era cuando quería declarar una guerra.
Los símbolos del poder de los reyes de Roma consistían en un séquito de
doce personas que llevaban insignias o fasces, el derecho de sentarse sobre
la silla curul (su trono), la toga picta – una túnica púrpura-, un
calzado rojo y una diadema plateada sobre la cabeza.
Los siete reyes romanos:
1.
Rómulo: (753-715 a. C.). Durante su reinado se produjo
el episodio del rapto de las sabinas. Nombró a un Senado compuesto por cien
senadores. Se dice que fue elevado a los cielos durante una tormenta y
divinizado con el sobrenombre de Quirino.
2.
Numa Pompilio (715-673 a. C.). Inspirado por la ninfa Egeria,
estableció los fundamentos de la religión, con la creación de colegios
sacerdotales y la elaboración del calendario de doce meses.
3.
Tulo Hostilio (672-641 a. C.). Inició un periodo bélico que
alcanzó su punto álgido con la destrucción de Alba Longa. Este hecho comportó
la consolidación de Roma como ciudad más importante del Lacio.
4.
Anco Marcio (640-617 a. C.). Continuó las gestas de su
predecesor al expandir el poder de Roma hacia otras ciudades del Lacio, en
dirección al mar.
5.
Tarquinio Prisco (616-578 a. C.). Llevó a cabo grandes reformas
políticas y urbanísticas. Entre otras, construyó la Cloaca Máxima, en dirección
al mar.
6.
Servio Tulio (577-535 a. C.) Bajo su reinado se llevó a cabo el
primer censo de la población romana e instauró un sistema de división de la
población según el patrimonio de cada uno. Además, Servio Tulio fue el artífice
de la construcción de la primera muralla defensiva de la ciudad.
7.
Tarquinio el Soberbio (534-509 a. C.). Con su sobrenombre se
indica, fue un rey tiránico y cruel: inició su reinado asesinando a Servio Tulio
con la ayuda de la hija de éste. Durante su reinado se produjeron tensiones
importantes con el Senado, que finalmente logró enviarlo al exilio. De este
modo se inicia la etapa republicana.
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